Colectivo Semillas

Como parte de la Ruta de la Alegría, realizamos una colaboración con Colectivo Semillas, organización comunitaria que emerge en San Pancho durante los primeros meses de la pandemia del COVID 19. Desde el deseo de compartir y aprender con las y los demás, realizamos una serie de actividades conjuntas, unidos por el amor a la tierra y la voluntad de trabajarla para regenerarla. Desde la resonancia, en el equipo de LILHA encontramos la posibilidad de contribuir, comprando un banco de herramientas de jardinería de uso colectivo y comunitario. Concebimos en conjunto un ciclo de actividades artísticas en torno a la creación de huertos y ofrecimos a Semillas estrategias para documentar sus procesos y contar su historia.
El proyecto fue posible gracias al apoyo recibido por Fundación Punta de Mita, siendo beneficiarias del fondo “Emergencia por Covid-19, a desarrollo a proyectos comunitarios” en Junio del 2020.

Reconocimos un gran potencial en las acciones de Colectivo Semillas e identificamos cómo la experiencia colectiva de sembrar se vuelve un vehículo para el arte socialmente comprometido, pues el trabajo de la tierra está lleno de metáforas y aprendizajes de vida. Desarrollamos así el siguiente trabajo de memoria para compartir la experiencia y promover la labor de esta organización.

Memoria del “Jardín Mágico/Tierra nuestra” : Colaboración de LILHA con el Colectivo Semillas

Un relato de Tercero Díaz

“Emerger de la Emergencia. Aquí el tiempo y la vida transcurre diferente que en la ciudad. Se entra por la carretera 200 Tepic – Vallarta, giras sobre la calle Tercer Mundo, la principal del pueblo. El sol arrecia y el aire es fresco durante el verano. Comercios, restaurantes, cafés, proyectos interesantes te encuentras por los alrededores. Adolescentes y adultos van y vienen en skateboards. Hombres y mujeres de todo el mundo se saludan mientras comen un ceviche de carreta. Galerías de arte, murales, talleres; desde danza aérea, pintura, grabado, música, fotografía, entre otros. La señora de los tamales, los esquites y los churros de azúcar cada una en sus esquinas. La vida tiene otra metodología aquí, en lo que se conoce como la Capital Cultural de Nayarit: San Francisco, alias San Pancho.

En la playa gente sobre las olas haciendo surf, la música, el mate y otras bebidas ambientan el sunset de cada día. Ese momento donde la mayoría del pueblo espera que el sol se hunda en el mar, en el horizonte. Algunos le aplauden, otros ven el cielo rojo, naranja, morado, azul o nublado. Una inmensa esfera de color verde resguardando, árboles frutales, palmeras y plantas de muchos tipos, la selva rodea San Pancho con hermosos paisajes y retos por descubrir. Aquí el encuentro de quienes prefieren la entrada de proyectos de iniciativa privada entre quienes defienden la playa y el medio ambiente ocurre de forma sutil. Por una parte los huertos comunitarios, y por otra, edificios nuevos que se van alzando hacia el cielo.

Es el año 2020 y una situación aqueja al mundo en su totalidad, no hay rincón de este planeta que se haya podido escapar de la emergencia sanitaria del Coronavirus, también conocido como Covid 19. San Pancho no logró huir de esta pandemia. Sus habitantes, una mezcla entre locales nativos de la región, mexicanos de otros estados de la República, y extranjeros de todas partes del globo terráqueo, que desde hace años radican en el pueblo, tuvieron que adaptarse y reinventarse en una serie de dinámicas estipuladas por el gobierno, y otras más gestionadas desde la organización comunitaria.

De esta mala suerte sanitaria nace  el Colectivo Semillas. Sin esperar a que la situación empeore, este proyecto emerge de la emergencia para dar respuesta inmediata al posible desabasto de alimentos que afectaría a los pobladores. En marzo de 2020 comienza a reunirse un grupo heterogéneo en nacionalidades, edades, intereses, profesiones y oficios, unidos por una conciencia social, medioambiental y el amor a la tierra. De forma casi espontánea empiezan a organizarse y a crear huertos comunitarios esparcidos por el pueblo. El objetivo inicial de dichos huertos ha sido producir alimentos, además de desarrollar una serie de actividades pedagógicas para capacitar a quienes estén interesados en el trabajo de la tierra.

Un menjurje de responsabilidad social, creatividad, y disponibilidad poco habitual de tiempo, se mezclaron en la clandestinidad debido a la imposición gubernamental del “quédate en casa”. Así, tomando sus precauciones inicia Semillas, agrupándose y organizándose, consiguiendo terrenos, insumos y herramientas para la formación de huertos, a modo de una resistencia activa que aminorara la dependencia alimenticia y económica  basada en el turismo y las grandes empresas que ofrecen bienes y servicios en la zona; la temporada baja, había llegado más de dos meses antes y nadie estaba preparado. Este es el inicio de un proyecto que ha resultado inspirador para muchas personas. Entre ellos LILHA.

Desde la resonancia, en el equipo de LILHA encontramos la posibilidad de colaborar, ofreciendo a Semillas estrategias para documentar sus procesos, y contar su historia. Reconocemos un gran potencial en sus acciones, identificamos cómo la experiencia colectiva de sembrar se vuelve un vehículo para el arte socialmente comprometido, pues el trabajo de la tierra está lleno de metáforas y aprendizajes  de vida. Además tuvimos la posibilidad de gestionar un apoyo de Fundación Punta de Mita, dirigido a proyectos que ofrecieran soluciones inmediatas por motivo de la crisis sanitaria. Así, logramos concebir una ruta que capitalizó al colectivo Semillas para realizar su labor de forma más efectiva: compra de herramientas para el trabajo de la tierra, recurso para realizar sus actividades pedagógicas, apoyo en registro audiovisual y el desarrollo de algunas actividades culturales, que desde las artes complementaron su ejercicio

Semillas a una sola voz

Investigación y documentación

Este proyecto no solo sembró semillas sino que también recolectó conocimiento.

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